Crítica de Un tipo serio


Libertad, determinismo y caos. 1 2 3 4 5
Escribe Ángel Vallejo


Cartel de Un tipo serio

Un tipo serioHace pocos días nuestro compañero Juan Ramón Gabriel escribía sobre la película que nos ocupa. Redundar en lo ya dicho es tarea más que banal, dado que comparto fundamentalmente su criterio y su opinión sobre esta extraña y a la vez excelente película de los Coen, que retrotrae tanto al particularísimo universo religioso/cultural de su educación hebraica como a la renovadamente esperpéntica perspectiva de algunas de sus más logradas realizaciones.


Sin embargo me gustaría llamar la atención sobre uno de los términos que Juan Ramón empleó y que en mi opinión vino a señalar lo más enjundioso de la misma: su carácter ontológico. Para los no versados en términos filosóficos, semejante palabro no viene a decir otra cosa que en ella se remite a las condiciones del “ser” mismo, algo por lo demás nada extraño en una película de tan profunda (e irónica) carga religiosa.


Así pues, cuando se nos introduce en la historia principal por medio de una especie de parábola aparentemente desgajada de la misma, hemos de tener en cuenta esta premisa: en ambas se nos habla de la vida y la muerte, de las consecuencias de nuestras acciones, de realidad y apariencia, de religión y de ciencia. Del ser, en una palabra y de las dudas que nos asaltan mientras somos.


Larry Gopnick, el protagonista de la película, se enfrenta a esas dudas desde la perspectiva de un profesor de física teórica de la universidad a punto de obtener su plaza. El problema de la perspectiva es central, y a ello remitirá uno de sus consejeros espirituales. Gopnick vive en un sistema cerrado (la comunidad judía) en el que todo parece funcionar a la perfección hasta que (según el físico Boltzman casi inevitablemente) la entropía o tendencia al caos y el desorden, aumenta. Así, su matrimonio comenzará a degradarse, su hermano no cesará de buscarle problemas, sus hijos abusarán de la escasa autoridad paterna y sus estudiantes pretenderán no se sabe bien si sobornarle o hacerle chantaje. Cuanto más intervenga dentro de ese sistema cerrado, acudiendo a rabinos que nunca acaban de aclararle las cosas, más aumentará la entropía.

En esa tesitura no es extraño que a Gopnick le aceche la incertidumbre: su pretensión de ser un tipo serio se halla constreñida por sus dudas sobre si es un sujeto libre o todas sus acciones se hallan determinadas por HASHEM (el nombre que emplean los hebreos para referirse a Dios sin nombrarlo) con un propósito desconocido. Subrepticiamente, los Coen vuelven a bromear con los conceptos introduciendo a Heisenberg, otro de los más famoso físicos del pasado siglo cuyo teorema esboza Gopnick en la pizarra. Heisenberg prefería el concepto indeterminación al de incertidumbre, menos alejado de la racionalidad científica; no obstante, el nombre del principio que le hizo pasar a la historia conserva caprichosamente las dos acepciones y la película juega muy bien con la menos académica: aún cuando ese principio refería al comportamiento de las partículas subatómicas, su fuerza explicativa fue tal que no se dudó en extrapolar sus predicciones a lo macroscópico. Trasladado al ámbito de la moral o de la simple acción humana, el indeterminismo viene a decir que nuestras decisiones no están prefijadas: dependen del capricho de lo infinitesimal y son fruto en última instancia del azar. Ni siquiera HASHEM puede decidir sobre nuestras actuaciones; a lo sumo puede estadísticamente preverlas.

Lo quisiera o no Heisenberg, al inseguro ser humano le acomete la incertidumbre cuando constata que sus acciones son más bien fruto del azar indeterminista que de la inapelable decisión divina. No hay respuesta para Gopnick en el cerrado sistema religioso judío. Necesita un cambio de perspectiva y quizá Schrödinger, el último gurú de la mecánica cuántica pueda ser quien se la proporcione.

Un tipo serio
¿Está vivo o muerto el rabino del prólogo?¿Y el gato de Schrödinger, acosado por la doble posibilidad del azar indeterminista? Sólo cuando tomemos la decisión de mirar dentro de la caja del gato o de apuñalar al rabino, resolveremos la parábola/paradoja; hasta entonces, nos hallamos en la inquietante ambivalencia de considerarlos muertos y vivos a un tiempo.

Decidirse, actuar, cambiar la perspectiva tal y como le aconseja el joven rabino es lo que le hace ampliar las fronteras del viejo sistema familiar/religioso, introduciendo nuevas variables como los escarceos con la vecina y las drogas, para terminar con la verdadera apertura del sistema cerrado simbolizada en el sobre de su escritorio.

Aunque como sugiere Ilia Prigogine ello puede tener consecuencias imprevisibles: En teoría de sistemas abiertos e interrelacionados, el aleteo de una mariposa en Korea puede desencadenar un tornado en los Estados Unidos. En la última de sus bromas científicas, los traviesos hermanos se atreven con la teoría del caos. Pequeños actos pueden tener imprevisibles consecuencias: el derrumbe de la integridad personal con la apertura del sobre compromete a todo un país, y ello nos proporciona quizá la última de las claves de la película, su carácter moral y en última instancia político.

Como bien sugiere Juan Ramón, no puede ser baladí el hecho de que la bandera norteamericana se agite impotente frente a la tempestad que se avecina. La incapacidad de los ciudadanos y sus representantes de contemplar con perspectiva global los problemas le ha llevado a encararlos en absoluta soledad. Aquéllos se corrompen y estos apenas aportan soluciones. Los más importantes rabinos se ocupan de minucias de adolescentes mientras sus fieles se traicionan unos a otros.

Los Coen han vuelto a diagnosticar con precisión matemática aunque un tanto hermética los males que aquejan al país más poderoso del mundo y a sus habitantes, sin dejar apenas títere con cabeza: hay leña para las nuevas generaciones, para las viejas, para la América profunda (sus vecinos) y para la clase intelectual (abogados y profesores) y sobre todo económica; el hermano que se ocupa de problemas absurdos sólo para ganar dinero en los casinos, al modo de los brokers de Wall street es un ejemplo claro de esa élite inmadura y codiciosa.

Un tipo serio


La película sigue así la senda marcada por No es país para viejos y en menor medida Quemar después de leer, haciendo un retrato descarnado de la nueva (in)moralidad estadounidense. Han tenido, eso sí, la delicadeza de hacerlo desde una perspectiva nada complaciente, ni por supuesto, sencilla. Los grandes problemas requieren de grandes y complejas soluciones y de un importante grado de compromiso. Que los artistas diagnostiquen, es el quizá primer paso para alcanzar la senda de la curación.

Comentarios

  1. Gran película. Quizá pase desapercibida por su aparente tono "localista" o de filme menor. Pero dice bastantes cosas. Bien, además.
    Los Coen saben lo que se traen entre manos... casi siempre

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  2. Excelente crítica para un filme más importante de lo que aparenta

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