Crítica de Chéri


Aristocracias decadentes 1 2 3 4 5
Escribe Ferran Ramírez


Cartel de Chéri
En 1988, se estrenaba con gran estruendo un filme de época recordado hoy por todos, Las amistades peligrosas. Hoy, el director, la actriz y el guionista de aquella vuelven a unir sus fuerzas en otro filme situado inmediatamente antes del estallido de la Primera Guerra Mundial para adaptar fielmente aunque con llanas maneras, la novela homónima de la célebre autora francesa Colette, más conocida por ser la creadora de Gigi, otra de sus grandes novelas que han sido pasto de la gran pantalla. La tríade de ilustres nombres, Stephen Frears, Michelle Pfeiffer y Christopher Hampton, si bien hacían presagiar un bienvenido retorno, lo cierto es que todo queda en un resultado más que discreto, cuya máxima virtud reside en ver a la actriz en un meritorio papel protagonista que parece estar proclamando entre líneas sus pensamientos autobiográficos.

ChériA principios del siglo XX, las cortesanas de París son bellas mujeres experimentadas en el arte del amor que llegan a ser mantenidas con gran comodidad por los hombres poderosos de la época. Léa de Lonval, pese a haber sido una de las más codiciadas, ya no ejerce como tal pues su edad la ha obligado de retirarse de su dedicación. Una amiga de la susodicha, Madame Peloux tiene grandes proyectos para su hijo, aunque éste debe convertirse primero en un hombre. Por ello, le pide a Léa que le adiestre como tal y lo que comienza siendo un travieso flirteo entre ambos se convierte en un apasionado amor que dura seis años. Pero Madame Peloux planificará en secreto el matrimonio de su vástago con la hija de otra cortesana rica. La relación entre Léa y el joven se verá mermada por las circunstancias y por la edad que les separa.

Se trata de una obra ligeramente superficial y elegantemente estilizada en su puesta en escena que aprovecha el tándem Frears-Pfeiffer, quienes parecen tener una buena química como realizador y musa; como maestro titiritero y muñeca de porcelana devuelta a la vida. Tanto, que parece que Frears ha decidido olvidarse del resto de caracteres. Unos personajes demasiado caricaturizados, y un tanto gratuitos, rodean a la pareja protagonista, una Michelle Pfeiffer que siempre resulta agradecida, y cuyo físico parece encajar perfectamente en su personaje, y un Rupert Friend un poco atolondrado que parece andar delante de las cámaras sin saber muy bien qué hacer.

Chéri
Su guión y sus diálogos adolecen, por otro lado, de cierta comicidad fácil pese a contener alguna sentencia ingeniosa. Incluso encontramos una voz omnisciente que ayuda al avance del relato pero que, al unísono, lo entorpece pues muestra, y elide, pasajes que hubieran tenido gran validez para dar consistencia a un producto que se desinfla a medida que sucede su metraje. Por el contrario, el filme parece sobresalir en su empaque técnico. Unos planos bien labrados, una impecable y luminosa fotografía y una partitura musical muy adecuada al tono pseudo-tragicómico de la obra decoran las aristocráticas estancias y paisajes de la belle epoque francesa.

Donde Chéri acierta es en ese retrato de quasi-prostitución de jóvenes de buen ver que ceden sus encantos a adineradas personas de cierta edad y a las intrigas cortesanas, llenas de dimes y diretes que minan la alta sociedad. Pero Frears parece errar el tiro y conformarse con un liviano ejercicio estético sin mucho más que ofrecer pese a partir de un privilegiado texto de Collete. No deja poso en ningún momento, la ausencia de secuencias subrayadas lleva la tónica general del filme y abandona sus esfuerzos por mantener el interés más allá de sus prolegómenos. El resultado no deja lugar a dudas: una cierta rigidez narrativa es la que domina todo su peregrinaje para culminar con una conclusión precipitada y poco definida que opta por observar el rostro maduro de la belleza en un largo plano.
Chéri

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