Crítica de Luna caliente

Tórrido tedio 1 2 3 4 5
Escribe Gloria Benito

Cartel de Luna caliente
Tras ver el último filme de Vicente Aranda nos preguntamos hacia dónde se encamina la producción de este veterano director y qué intenciones le guían. Sabemos de su pertinaz gusto por las adaptaciones literarias, y del cuestionable resultado de bastantes de ellas, aunque algunas hayan conocido el éxito comercial, unas veces por la relevancia de la obra elegida y otras, por la fama de algunos actores o actrices del reparto. El amante bilingüe, La pasión turca, Carmen y Tirant lo Blanc son muestras de ese intento de transformar las palabras en imágenes y la literatura en cine, sin dejar lo esencial en el camino, pues el espectador entiende que una película que adapta una obra literaria no sólo no debe desvirtuar la temática de ésta sino que debería añadir nuevos matices que le permitieran comprenderla y disfrutarla mejor, o en su caso, acercarle a sensaciones o sentimientos inéditos, resultado de la particular lectura del director. En el caso de Vicente Aranda, sentimos que sus singulares versiones cinematográficas no satisfacen estos deseos y por lo tanto defraudan las expectativas de un destinatario, quizá ingenuamente esperanzado, que se encuentra con una película construida sobre un guión que reproduce fielmente el argumento de la novela de Mempo Giardinelli, pero deja en la oscuridad la atmósfera y los temas principales de la novela inspiradora del filme. El resultado de esta falta de coherencia entre lo que se cuenta y la opacidad de su significado es una película superficial y difícilmente comprensible, aunque quizá pueda resultar atractiva para un público juvenil, educado en las series televisivas y en el gusto por los desnudos más o menos explícitos de las escenas de cama.

Luna caliente
Luna caliente es el título de la premiadísima novela que el argentino Mempo Giardinelli publicó en 1983 y de la que Roberto Denis hizo una versión cinematográfica en 1985. Más adelante, en 1985, se rodó una teleserie para la televisión brasileña. La novela relata la vuelta del abogado Ramiro Bermúdez a Argentina durante la dictadura militar, y la tormentosa relación sexual que establece con Araceli, la hija de trece años de su amigo, el doctor Tennebaum. El protagonista se encuentra perdido y atrapado por una pasión incontrolable, cuya percepción funciona como metáfora del caos político y de la represión militar de aquellos años. El miedo al castigo y la culpa por el asesinato del amigo y la supuesta muerte de la amante propician una huida hacia delante del personaje principal, que le lleva a un fatal destino del que no podrá escapar. La película de Aranda traslada la acción al año 1970 durante el proceso a ETA en Burgos, a donde vuelve Juan (Eduard Fernández), funcionario de la UNESCO y poeta. Gonzalo Gutiérrez Caba representa al borracho y rojo doctor Munuente, padre de Ramona, la díscola e incitante adolescente, encarnada por la sexy y popular actriz televisiva Thais Blume (Sin tetas no hay paraíso), que debuta en el cine. Completa el elenco José Coronado en el papel del inspector que persigue y descubre el crimen de Juan. Y eso es todo. Una historia negra con aliños políticos y sexuales, que acaba en sí misma sin sugerir ninguno de los temas, ideas y sentimientos que son el fundamento de la novela. Ni siquiera la veteranía de un actor de talento como Eduard Fernández consigue dar consistencia a un personaje perdido en un guión incoherente que no cobra sentido ni con las citas inexplicables que preceden algunas secuencias. Las influencias de Dostoyewsky y Nabokov, evidentes en la novela, brillan por su ausencia en la película. Y si lo que se quería contar era el deseo de castigo por la culpa de un amor enfermizo y manipulador, por favor, que vuelvan Fritz Lang y La mujer del cuadro.
Luna caliente


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