Documenta Madrid (2 / 3): Cortometrajes del Certamen Nacional
7º Documenta Madrid
Certamen Nacional. Cortometrajes
Por Purilia
Por Purilia
Existe últimamente un repunte del cine documental entre el público, debido en gran parte a la calidad y personalidad de sus propuestas. En tiempos de crisis global, en los que podría parecer más cómodo optar por la evasión, la realidad se impone y el individuo busca respuestas o sugerencias en ella, mientras la cámara sigue observando el mundo e intentando que no perdamos su referencia.
El campo del cortometraje documental español sigue abonado a la calidad, innovando y ofreciendo productos competitivos en el ámbito internacional, como así lo demuestran los premios y reconocimientos conseguidos por muchos de los realizadores que compiten en esta sección.
Este año se han seleccionado un total de dieciséis cortometrajes que, como siempre, ofrecen una mirada profunda, estética, imparcial, comprometida… con los temas sociales, culturales, ecológicos, artísticos… que afectan a los individuos de la sociedad que nos envuelve.
Así resumen los autores su película. Sin embargo es mucho más que una búsqueda geográfica, es la evocación intencionada de cuatro secuencias míticas del cine español, cuatro momentos cinematográficos inolvidables, extraídos de las siguientes películas: El espíritu de la colmena (1972) de Victor Erice; escena en la que las niñas Isabel y Ana esperan en las vías la llegada del tren (Ya viene). Historias del Kronen (1995) de Montxo Armendáriz; escena en la que los jóvenes protagonistas se cuelgan del puente de Eduardo Dato que cruza la calle Juan Bravo y en la que Carlos, insensible al peligro incita a su amigo Fierro a aguantar (¡Aguanta!). La ley del deseo (1987) de Pedro Almodovar; escena en la que Tina (Carmen Maura) le pide a un barrendero que la riegue en plena calle. (¡Riégueme!) y Amantes (1991) de Vicente Aranda; dramática secuencia final de la película que se desarrolla en un banco en la plaza nevada ante la catedral de Burgos cuando Trini (Maribel Verdú), que ya ha comprendido las intenciones de Paco (Jorge Sanz) le pide que la mate (¡Mátame!)
Mientras vemos fragmentos de la vida real actual fluir ante la cámara, oímos la banda sonora original de cada una de aquellas secuencias célebres. Sonidos y diálogos de una ficción real evocada en la memoria del espectador, que superpuesta sobre la mirada actual de la cámara, difumina los contornos entre ambas realidades, en una simbiosis emocional de profunda significación simbólica.
Un juego entre recuerdo, ficción y realidad encadenadas, que sin una realización original, sin interpretación, sin edición sonora y sin guión, es capaz de convertir una idea/concepto en pura esencia cinematográfica.
El campo del cortometraje documental español sigue abonado a la calidad, innovando y ofreciendo productos competitivos en el ámbito internacional, como así lo demuestran los premios y reconocimientos conseguidos por muchos de los realizadores que compiten en esta sección.
Este año se han seleccionado un total de dieciséis cortometrajes que, como siempre, ofrecen una mirada profunda, estética, imparcial, comprometida… con los temas sociales, culturales, ecológicos, artísticos… que afectan a los individuos de la sociedad que nos envuelve.
Así resumen los autores su película. Sin embargo es mucho más que una búsqueda geográfica, es la evocación intencionada de cuatro secuencias míticas del cine español, cuatro momentos cinematográficos inolvidables, extraídos de las siguientes películas: El espíritu de la colmena (1972) de Victor Erice; escena en la que las niñas Isabel y Ana esperan en las vías la llegada del tren (Ya viene). Historias del Kronen (1995) de Montxo Armendáriz; escena en la que los jóvenes protagonistas se cuelgan del puente de Eduardo Dato que cruza la calle Juan Bravo y en la que Carlos, insensible al peligro incita a su amigo Fierro a aguantar (¡Aguanta!). La ley del deseo (1987) de Pedro Almodovar; escena en la que Tina (Carmen Maura) le pide a un barrendero que la riegue en plena calle. (¡Riégueme!) y Amantes (1991) de Vicente Aranda; dramática secuencia final de la película que se desarrolla en un banco en la plaza nevada ante la catedral de Burgos cuando Trini (Maribel Verdú), que ya ha comprendido las intenciones de Paco (Jorge Sanz) le pide que la mate (¡Mátame!)
Mientras vemos fragmentos de la vida real actual fluir ante la cámara, oímos la banda sonora original de cada una de aquellas secuencias célebres. Sonidos y diálogos de una ficción real evocada en la memoria del espectador, que superpuesta sobre la mirada actual de la cámara, difumina los contornos entre ambas realidades, en una simbiosis emocional de profunda significación simbólica.
Un juego entre recuerdo, ficción y realidad encadenadas, que sin una realización original, sin interpretación, sin edición sonora y sin guión, es capaz de convertir una idea/concepto en pura esencia cinematográfica.
Cicatriz fue fundado, en 1983, por Nacho Etxebarrieta, en el centro de desintoxicación Las Nieves donde todos sus componentes estaban internados. Para esquivar la kale borroka, (confiesa un personaje de la película) optaron por la evasión de la realidad y tras una huída excesiva y dramática, ninguno de ellos pudo volver. En el camino quedaron sus cuatro álbumes y el recuerdo de sus canciones.
La película es un documento intenso y dramático, a la búsqueda de aquel tiempo pasado, desgranado a través de las rebeldes letras de algunas de sus canciones, recitadas por personas de su entorno más o menos próximo (recurso ético y estético utilizado por el director para hilvanar los recuerdos de los entrevistados hasta hacerlos emerger con naturalidad, añoranza o dolor), la visita a los espacios y lugares emblemáticos que frecuentaban y el testimonio duro, directo y sincero de quienes más directamente compartieron experiencias con ellos: Dieguillo, bajista de la banda en los últimos tiempos y Lola, mecenas y musa, real o inventada, pero finalmente encontrada.
Tras una intensa labor de investigación in situ y de las pocas referencias que les han sobrevivido, unos pocos bares, algunos ya cerrados o reconvertidos, algunos conocidos y un par de colegas más o menos dispuestos a colaborar, el realizador construye la visión nostálgica y sensible de un posible testigo de aquella época. Esa es la mejor baza del cortometraje, su capacidad para empatizar con cualquier espectador que ignorante del proceso de creación de la película puede llegar a sentir esa simbiosis generacional.
Si yo fuera tu… es la mirada retrospectiva a unos personajes reales con una visión trágica e inconsciente de la existencia, que vivieron ajenos a la realidad, en mundos alternativos (drogas, alcohol, violencia…) de los que nunca pudieron regresar. Un retrato naturalista y desencantado, como refleja el testimonio final de Lola: “la ilusión que teníamos de jóvenes nos apartó de la realidad”, no exento de cierta conmiseración.
David es un joven autista que durante la época del año que pasa con su padre, Frank en Mallorca intenta establecer vínculos emocionales con él a través del arte.
A través de primeros planos sensibles y estéticos, pintura y ser humano se hacen uno sólo en una nueva forma de conducir una enfermedad permanente y profunda demostrando que hay vías alternativas a los fármacos para poder sobrellevarla.
La realidad de la que parte son las imágenes grabadas en Super 8 de una comunión familiar en los años setenta; la que expresa cuestiona otra realidad, la evocada por la memoria y la percibida. El resultado es una bucle conceptual y estético (visualmente muy gratificante) de imágenes a dos tiempos: “uno semidinámico, que da paso a otro, estático, que es a la vez futuro del primero y nuestro pasado”, que propone una reflexión sobre la fragilidad de los recuerdos. El título deviene así metáfora sobre el paso del tiempo y el recuerdo, que como un pliegue se va planchando y estirando hasta hacerse liso.
(2009, 14´)
El pabellón, de pequeñas dimensiones, era una representación del estilo moderno con la única función de difundir las nuevas ideas democráticas y progresistas del país alemán y su recuperación tras la PGM. Soportado por ocho pilares de acero, con cubierta plana y una estructura interna de paneles perpendiculares de mármol y cristal, la construcción estaba enclavada sobre un podium de travertino con dos estanques, en uno de los cuales se colocó la escultura de Georg Kolbe Der Morgen (Amanecer), muy en consonancia con el espíritu resurgente que pretendía representar el edificio.
Con escaso mobiliario a excepción de unas sillas diseñadas para la ocasión (silla Barcelona), una cortina roja y una alfombra negra, su única permanente presencia era esa misteriosa escultura femenina reflejada sobre el agua, el mármol y el cristal.
Desmontado en 1930, tras la exposición, el único referente que quedaba de él eran las fotos de aquel evento extraordinario. A partir de ellas la imaginación del autor sugiere una posible intriga criminal y conspiratoria en la que pudieron estar involucrados los participantes en el acto.
Las actitudes, poses y expresiones de los asistentes (personalidades, guardaespaldas, camareros, etc.), recogidas en aquellas instantáneas, son observadas y analizadas con escrutadora, estética y suspicaz mirada creando una inquietante y misteriosa atmósfera de sospechosas sugerencias.
Ficción y realidad difuminan sus contornos convirtiendo aquella realidad en posible ficción aunque sospechemos que ésta, pueda estar realmente fundada.
Aclamado como uno de los edificios de referencia del siglo XX, el pabellón fue reconstruido (e inaugurado en 1986), a partir de los planos originales, con los mismos materiales y respetando su ubicación inicial, para ávido consumo de los “turistas de la cultura”.
(2009, 16´)
(2010, 5´)
(2009, 29´)
El patriarca de la familia cuenta como él y sus hijos, de origen humilde y sin estudios, tuvieron que emigrar del pueblo a la ciudad para poder vivir mejor. Ahora gracias al negocio familiar, en el que todos colaboran, padres, hijos y nietos, pueden vivir más desahogados, aunque trabajan duramente.
El realizador hablando en su lengua y dando testimonio con su cámara de su quehacer diario consigue infiltrarse en la vida cotidiana (labor culinaria, momentos de descanso, elaboración de la pasta, juegos y bromas de los más jóvenes…) y afectiva de la familia, haciéndose querer (el anciano patriarca le invita a visitar su tierra) y consiguiendo que algunos de sus miembros se confiesen ante la cámara con profunda sinceridad.
Uno de los chicos le dice añorar su pueblo porque en la ciudad de siente inferior, despreciado por su religión y su origen humilde o la conmovedora conversación con la hija del patriarca, que nos revela su matrimonio concertado sin amor, el sometimiento exigido, por su condición de mujer, a la voluntad del marido, su deseo de haber estudiado, la esperanza de que su hijo un día pueda ir a la universidad… y en definitiva la aceptación resignada de su destino.
Un documento naturalista y directo que no esconde las huellas de la enunciación en montajes esteticistas, y en el que el propio realizador se involucra como un personaje más (a través de su voz) de la realidad que capta.
(2009, 13´)
(2009, 11´)
(2009, 18´)
Comentarios
Publicar un comentario