Documenta Madrid: The Cove

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7º Documenta Madrid




The Cove
Louie Psihoyos, EE.UU., 2009

Por Arantxa Bolaños de Miguel


Richard O´Barry, el entrenador de las delfines que interpretaron la serie Flipper, vio el inicio de su vida como activista el día que descubrió el submundo que escondían los delfinarios, el lado oscuro de su profesión. Es por lo que ha pasado 10 años formando parte del negocio y lleva 35 años luchando en contra de él. A estos últimos años pertenece este documental, que crea una sensación terrorífica al saber de antemano el final de todo el proceso: la masacre de delfines en la cala (cove) de Taijii, sin ningún tipo de censura.

El director se propone mostrar al espectador sensible la verdadera vida de los delfines en cautividad y lo que es peor: las que no son tan “afortunadas”. Ya que los que no son elegidos —por no aptos para delfinarios— son asesinados de una manera cruel, y su carne vendida para consumo humano. Muchos activistas creen / creemos que mostrando la realidad es la forma para cambiar el mundo (al estilo del mito platónico), para alentar nuestra conducta y quitarnos la venda de nuestros ojos: sabiendo la realidad, por lo menos ya no seremos víctimas de nuestra ignorancia, sino en todo caso, y si no actuamos en consecuencia, cómplices del problema.

Amante de los animales y profundo conocedor de los delfines y de su inteligencia, se dio cuenta (cuando un delfín se suicidó en sus brazos) de que el idílico mundo que aparentan los delfines esconde grandes dosis de stress y de malestar que les imposibilita llevar una vida adecuada a sus necesidades (ya no sólo físicas sino psíquicas). Los delfines son unos animales con gran capacidad de empatía y un alto nivel de consciencia de sí mismos: son sociables y necesitan de estrechos lazos familiares. El director, además de los argumentos morales, incide en las consecuencias del consumo de carne de delfín: es portadora de grandes dosis de mercurio que son muy tóxicos para el organismo, y es la máxima responsable de la enfermedad llamada de Minamata.

Así, este tipo de documentales consiguen, como las grandes y pequeñas asociaciones, que personas con cierta capacidad empática cambiemos nuestros hábitos como consumistas ya que si no provocamos que la cadena de explotación continúe. Porque cuando el fin de la explotación es el consumo, el consumidor tiene el poder: si está informado y tiene cierta sensibilidad tiene el poder del cambio, esto es, a negarse a consumir cualquier producto que proceda de la explotación de cualquier ser vivo. Y éste es el verdadero fin de estos documentales, pues el director, como muchos otros pensamos, cree que la información veraz sobre lo que ocurre en muchos ámbitos provoca que actuemos en consonancia con ella. Pero no es un documental maniqueo en el que nos dice exactamente como debemos actuar, sino que pretende que el espectador, gracias a un mínimo sentimiento de empatía e inconformismo, descubra su propio modo de luchar contra esta masacre que ocurre en Taijii: yo he elegido el poder de las palabras, el alentar al lector de esta crónica a presenciar este documental digno del mejor activismo, pues documentales como éste son necesarios para conocer la cara oculta de muchas facetas que (los ingenuos) creen idílicas: los zoos, los mataderos… En fin, cualquier uso que hagamos con el único fin de nuestro beneficio económico y sin atender a la primera verdad de todo ello. Porque nunca debemos olvidar que los animales son seres vivos, con capacidad de sentir y sufrir y con una dignidad que todavía no les es defendida todo lo que merecen y protegida y que, gracias a documentales como éste (y añadiendo la publicidad que le acompaña, ya que ganó el Oscar al Mejor documental en el 2009), podrá tener mayor alcance mediático y la verdad de estos hechos atroces podrá llegar a un número importante de la población mundial.





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