Documenta Madrid: retrospectiva Alanis Obomsawin
7º Documenta Madrid
Alanis Obomsawin
National Film Board of Canada
Por Arantxa Bolaños de Miguel
National Film Board of Canada
Por Arantxa Bolaños de Miguel
El festival DocumentaMadrid le ha dado un homenaje a esta directora excepcional que lleva toda la vida enseñando las raíces y cultura india en las escuelas, hasta que descubrió el poder divulgativo del cine. Y es que el cine tiene un gran poder de cambio y de libertad de expresión, ya que este medio posibilita la militancia y activismo a nivel mundial, y es una plataforma formidable para su lucha por el reconocimiento de la cultura india y de sus derechos humanos.
La directora denuncia (es una mujer polifacética: realizadora, cantante y educadora) con sus artes, su música y su función educativa, la situación de su pueblo y de cómo carecen de ayuda de las organizaciones sociales pues se pierden en su burocracia y no daban ayudas sociales a los que “no tenían techo”. La buena noticia es que, a través de la película, ahora sí.
Está realizado con una amplia investigación mientras éstos ocurrían, pues Obomsawim estuvo allí los 78 días y presenció en el verano de 1990 las reivindicaciones e insumisión del pueblo “indio” a marcharse de sus tierras para permitir la construcción de un campo de golf. Aunque al final no lo consiguieron, lo importante es que causaron impacto internacional por cuanto se supo la falta de derechos de los aborígenes y el estado policial al que se ven forzados, ya que los militares controlan y abusan del poder. Tres años después se estrena este elaborado documento, que consiguió que estos sucesos no se olvidaran. Queda para la posteridad como incentivo e insumisión ante la pérdida de nuestros derechos como personas, para mantener nuestra cultura idioma, costumbres y territorio.
En este caso, la artesanía local de Odunak: se dedican a hacer cestos, que se enseñan de generación a generación para sobrevivir, y de cómo ahora es casi imposible vivir de esto, pues está ínfimamente remunerada. Es un canto a las tradiciones que, unido a los de lucha por los derechos de los aborígenes, muestra su pasión por su cultura india, y el orgullo de su sangre.
Debería programarse en todas las escuelas junto con La clase (Laurent Cantet , 2008) o El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), porque incide en la necesidad de enseñar a los estudiantes, a pensar sobre ellos mismos e incitar la autoconciencia, y a no dejarse llevar por el adoctrinamiento más reaccionario.
De visionado obligatorio para el ámbito académico por su exaltación de la libertad de pensamiento y por mostrar a la educación como el entendimiento ante las diferentes opiniones, germen de toda diplomacia ideológica, política y religiosa de cualquier sociedad.
Una delicia para los oídos y la vista en un festival para la concordia.
Alanis Obomsawin educa (las sociedades del mañana serán conforme a la educación que reciban hoy) al espectador desde diversas facetas: describiendo sus costumbres, denunciando hechos delictivos y de violación de los derechos humanos, y exaltando la figura de un hombre excepcional en materia educativa.
El documental que realiza esta directora canadiense abenaki es de investigación concienzuda para la denuncia de hechos reprobables y para que cambie la realidad: tiene un fin práctico, no sólo divulgativo. Es un documental en primera persona pero la directora es secundaria, es narradora y entrevistadora pero raramente aparece, diferente a otros documentales “de autor” con mayor presencia del director (Michael Moore). Aquí lo importante es el contenido, no sus opiniones o reflexiones: deja que reflexione el espectador.
La directora denuncia (es una mujer polifacética: realizadora, cantante y educadora) con sus artes, su música y su función educativa, la situación de su pueblo y de cómo carecen de ayuda de las organizaciones sociales pues se pierden en su burocracia y no daban ayudas sociales a los que “no tenían techo”. La buena noticia es que, a través de la película, ahora sí.
Está realizado con una amplia investigación mientras éstos ocurrían, pues Obomsawim estuvo allí los 78 días y presenció en el verano de 1990 las reivindicaciones e insumisión del pueblo “indio” a marcharse de sus tierras para permitir la construcción de un campo de golf. Aunque al final no lo consiguieron, lo importante es que causaron impacto internacional por cuanto se supo la falta de derechos de los aborígenes y el estado policial al que se ven forzados, ya que los militares controlan y abusan del poder. Tres años después se estrena este elaborado documento, que consiguió que estos sucesos no se olvidaran. Queda para la posteridad como incentivo e insumisión ante la pérdida de nuestros derechos como personas, para mantener nuestra cultura idioma, costumbres y territorio.
En este caso, la artesanía local de Odunak: se dedican a hacer cestos, que se enseñan de generación a generación para sobrevivir, y de cómo ahora es casi imposible vivir de esto, pues está ínfimamente remunerada. Es un canto a las tradiciones que, unido a los de lucha por los derechos de los aborígenes, muestra su pasión por su cultura india, y el orgullo de su sangre.
Debería programarse en todas las escuelas junto con La clase (Laurent Cantet , 2008) o El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), porque incide en la necesidad de enseñar a los estudiantes, a pensar sobre ellos mismos e incitar la autoconciencia, y a no dejarse llevar por el adoctrinamiento más reaccionario.
De visionado obligatorio para el ámbito académico por su exaltación de la libertad de pensamiento y por mostrar a la educación como el entendimiento ante las diferentes opiniones, germen de toda diplomacia ideológica, política y religiosa de cualquier sociedad.
Una delicia para los oídos y la vista en un festival para la concordia.
Alanis Obomsawin educa (las sociedades del mañana serán conforme a la educación que reciban hoy) al espectador desde diversas facetas: describiendo sus costumbres, denunciando hechos delictivos y de violación de los derechos humanos, y exaltando la figura de un hombre excepcional en materia educativa.
El documental que realiza esta directora canadiense abenaki es de investigación concienzuda para la denuncia de hechos reprobables y para que cambie la realidad: tiene un fin práctico, no sólo divulgativo. Es un documental en primera persona pero la directora es secundaria, es narradora y entrevistadora pero raramente aparece, diferente a otros documentales “de autor” con mayor presencia del director (Michael Moore). Aquí lo importante es el contenido, no sus opiniones o reflexiones: deja que reflexione el espectador.
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