Cinema Jove: 25 aniversario (V)


Cuando Cinema Jove se llamó Boetticher


Escribe Adolfo Bellido López



El año de Budd Boetticher

Budd Boetticher
Ninguno de cuantos estamos ligados a Cinema Jove pensamos que la presencia de Budd Boetticher en el certamen de 1995, fuera tan celebrada tanto por parte del público asistente al festival como por los periodistas. Bien es verdad que por aquel entonces la prensa, en general, daba ciertas muestras de interés por el certamen. Sobre todo la local, que le dedicaba todos los días (al igual que ocurría con la Mostra) un espacio en su sección de espectáculos (¿sería por una especie de contra-relación por el anuncio que cada día se incluía en los diarios?). De todas maneras, sin que uno entienda demasiado bien las razones de ello, el reclamo de aquel director americano (casi desconocido para el gran público) fue amplio. Se le entrevistó ampliamente, se le siguió en los actos que se organizaron con motivo de su presencia. La felicidad del director, que pocas veces se habría encontrado en otras parecidas, vencía su cansancio, sus dificultades físicas, dejándose mecer por su popularidad.

Hoy a quince años de aquella presencia (Boetticher falleció seis años después —en noviembre de 2001—) parece ser que su nombre es considerado (exageradamente) por algunos como el director más notable, o casi, que pasó por Cinema Jove. Prueba de ello es la referencia que se encuentra en el libro, tantas veces citado en esa serie de artículos (el editado por el festival con motivo del 25 aniversario). Incluso (en él) se incluye un texto que hace años envió el director a Rafael Maluenda (cuando era ya director del festival) para que se publicarse con motivo del pase de Seven men from now (1956), filme que no se pudo pasar en el ciclo sobre su obra (casi completa) durante aquel certamen de 1995. Fallaron:

    • los títulos rodados antes de El torero y la dama (1951), que los firmó como Óscar;
    • copias imposibles de obtener en ese momento por varias razones, algunas porque eran retenidas por los productores, caso de la película reseñada, primera de su serie de (siete) westerns más famosos interpretados todos ellos por Randolph Scott (1) .

El texto citado que escribió Budd Boetticher para la presentación de su película, proyectada en Cinema Jove 2001, unos meses antes de su muerte, no fue publicado, como se ha indicado, entonces. Realmente el escrito que, en principio, iba a ser una presentación sobre su película terminó por ser, como siempre ocurría (cuando se hablaba con él), una especie de anecdotario variado sobre esto a aquello. Historias que de forma constante repetía el director asegurando siempre que era la primera vez que las contaba y además por ser a quien era. O sea que nada de contárselas a otros. Las historias que relataba el director eran en realidad un secreto a voces. Tal forma de ser, de actuar, no es algo propio de Budd Boetticher, más bien lo es de la mayoría de los directores: al hablar no hacen más que relatar algunas de sus nuevas o viejas películas, acaso filmes que nunca fueron, ni serán: su mente funciona a cien por hora. Por eso, no sabes cuando les preguntas algo a los directores, cuando te contestan (me figuro que es algo inherente a la mayor parte de los artistas), si lo que te responden es realidad o ficción. Una continuación de sus obras.


¿Dónde incluir a Budd Boetticher?

Randolph Scott
Es curiosa la mitificación de Budd Boetticher La que se produjo cuando vino, la que siguen sosteniendo algunas personas sobre el (exacto) valor de su obra.

Realmente, desde un planteamiento objetivo, el director nunca fue uno de los grandes, ni siquiera en el western. Nada que ver, sus obras, con la grandeza de los filmes del género que rodaron Ford, Hawks, Walsh, Anthony Mann (2), ni siquiera el cine de Budd Boetticher adquiere la brillantez de los westerns de Aldrick, Fuller, Hathaway, como tampoco la de algunas de las obras que darán en el genero realizadores como Dwan, Vidor, Daves, Brooks, Penckinpah, Leone, Wyler…

Sí, la obra (sólo parte de ella) de Budd Boetticher es interesante, incluso notable. Alguna de sus películas, caso de Seven men…, Cabalgando en solitario, La ley del hampa, son excelentes. Otras más también, pero varias tienen un escaso o nulo interés.

Resulta sorprendente la gran exaltación (incluso si nos referimos a la serie realizada con el actor Randolph Scott) de Budd Boetticher frente al escaso interés, por ejemplo, que se ha dado a la serie de películas del oeste que André de Toth realizó teniendo (al igual que Boetticher) de protagonista a Randolph Scott. Adré De Toth tampoco es un cualquiera. No estará entre los grandes directores del género, pero tampoco estarían (sus películas del oeste) demasiado alejadas de las de Bubb Boetticher.

Cinema Jove quiso homenajear a un director interesante, pero no tan genial como algunos quieren ver desde una exagerada mitificación.


Planificando Cinema Jove 1995

Boetticher,
La venida de Boetticher a Valencia fue, sobre todo, impulsada por mí en la reunión del comité organizador para la edición de 1995. Era el tercer director (norteamericano como en las anteriores ocasiones) que tratábamos traer a Valencia, dentro del homenaje a la obra de un director, sección que se inició tres años atrás con la venida de Roger Corman. Esperábamos, que en 1995, no se produjeran los fallos del año anterior cuando Bogdanovich, en el último momento, nos dejo plantados. Un riesgo que estamos dispuestos a correr cuando votamos por Budd Boetticher, máxime cuando tiene unos ochenta años y no rueda película alguna desde 1968 (A time for Dyng). Eso sí, también a la anterior, podemos añadir una película promocional que preparó sobre el espectáculo de rejoneo (sin muerte) que el director y su mujer Mary ofrecen a los turistas en su casa-rancho de S. Diego. Se trata de My Kingdom for (1976–1985)

Con todos los “peros” del mundo mundial optamos por la baza de Budd Boetticher Para ello se contactó con nuestro contacto en Estados Unidos (suyas fueron también las conversaciones con Corman y con Bogdanovich–Gazzara), Thomas de la Cal, para que realizara las gestiones correspondientes. Se le exigió rapidez en la contestación, pues en la edición de 1995, Cinema Jove añadiría por primera vez, a la edición de su catálogo, una serie de publicaciones. Una de ellas estaría dedicada a la obra de Boetticher. De ahí las prisas: estamos en el mes de noviembre y el libro debe estar terminado en abril.

Mi candidatura para Boetticher fue apoyada por todo el comité organizador. Jose Antonio Hurtado, de la Filmoteca, o Sigfrid Monleón, entre otros, fueron algunos de sus entusiastas defensores. José Antonio también pedía rapidez en la aceptación del director, pues tendría que gestionar con tiempo sus películas para pasarlas durante el festival. La maquinaria se había puesto en marcha


Cinema Jove también edita libros

`Budd Boetticher´, escrito por Adolfo Bellido
Se habían previstos tres libros (más el correspondiente catálogo el festival) para la siguiente edición: el dedicado a analizar la obra de Boetticher, el referido a presentar (también estará presente en el certamen) el cine de Alex Cox (Cox del desierto. El cine de Alex Cox), que lo escribirá Manuel Romo, que por aquel entonces debía ejercer como jefe de prensa del Certamen y, en tercer lugar, el titulado Los 100 años más cortos de nuestra vida que corresponderá a Sigfrid Monleón, que es además quien coordina el ciclo, junto a Medardo Amor.

Antes de seguir adelante quisiera precisar lo siguiente:

    • Los westerns de Boetticher me interesaban al igual que bastantes películas americanas de la época, por su potencia, fuerza narrativa. Años antes en TVE, en aquellos ciclos estupendos que nos deparó la caja tonta durante los años 70-80, asistí (salvo el primero invisible título) a todos sus westerns interpretados por Randolph Scott. Sobre ello preparé (y publiqué) un artículo para la revista Cinestudio, donde escribía por aquellos años (a mediados de los años setenta desaparece la revista). Mi artículo se cerraba con una estupenda filmografía (como todas las suyas tal como podemos apreciar en la sección Rashomon de nuestra revista Encadenados) de José Luis Martinez Montalbán.
    • Desde muy pequeño fui un asiduo espectador de cine. Mi primera película la debí ver cuando tenía unos cuatro años. Desde entonces quedé hipnotizado por la fuerza de las imágenes. Lo normal es que, entonces, fuera al cine dos veces por semana. Será mi tío (de nombre igual al mío) Adolfo, el que me aficione al cine y… al fútbol. Será él, sobre todo, quien me llevé al cine en mis primeros años. De todas maneras parece ser que para completar mi primeriza educación cinematográfica, mi tío no debía tener muy en cuenta las directrices políticas del momento debido a: a) de muy pequeño recuerdo —algo que me trajo a la memoria tiempo atrás Juan Marsé con un episodio de Si te dicen que caí— como antes de terminar la película me decía que como iba a terminar podíamos, para salir con tranquilidad, irnos ya. La razón era para evitar el imprescindible himno nacional (3) con el que terminaban las sesiones, de obligado seguimiento por los espectadores, que lo escuchaban puestos en pie y brazo en alto; b) no sólo iba a ver las películas toleradas. Como mi tío conocía a los porteros de los cines no tenía problema para que entrase (me colase) en películas no toleradas. Recuerdo, como si fuera hoy, la visión en aquellos días de títulos como Encadenados, El tercer hombre o Cielo amarillo. Algunos de sus momentos nunca se me pudieron olvidar. De estas o de otras que vi en mi infancia.
    • Cuando inicié el bachillerato (entonces era de seis años con dos revalidas —la de cuarto la inició mi curso— y un preuniversitario) con 10 años, seguí acudiendo al cine con la misma asiduidad (jueves tarde, que entonces eran de vacación —los sábados en aquellos años teníamos clase normales— y festivos) alternando programas dobles (en Salamanca programaban así los cines de reestreno o los de estreno —un estreno con un reestreno— en sesiones especial, de cuatro de la tarde) con películas recién estrenadas. Algunos festivos veía más de una película pues iba a más de un cine (o sea a dos sesiones distintas).
    • En verano (en aquellos tiempos no existía lo de irse de vacaciones por ahí fuera), lo mejor era ir al cine. Siempre, en todos ellos se pasaban programas dobles que cambiaban a menudo… aunque, a veces, sólo fuera una de las películas. Eso me llevaba a ver varias veces en la misma semana la película que se mantenía. Filme que volvería a ver al verano siguiente, pues durante los meses de cada verano repetían títulos del verano anterior. Mis películas preferidas eran entonces, ¡como no!, las del oeste junto a las de capa y espada, selva (Tarzán) o piratas. Algunas me las sabía de memoria de tantas veces como las vi. Entre ellas, en uno u otro género (hasta una futurista que aterraba como Ultimátum a la tierra) estaban Las aventuras de Robin de los Bosques, El halcón y la flecha, El cisne negro, El capitán Blood, Tierra de audaces, La venganza de Frank James (una continuación de la otra) o… El desertor de El Álamo… que años más tarde sabría que era de Boetticher al igual que Traición en Fort King.
    • Fue en los años sesenta (años más tarde del momento en que fue realizada) cuando vi la sugestiva La ley del hampa, un policiaco con aires de filme del oeste (el western se contaminaba de otros géneros) que me pareció esplendida, lo que llevó a inaugurar con ese filme, una de las temporadas del cineclub universitario de Salamanca que dirigía por aquel entonces.


El tiempo nos confunde

Me interesaba, pues, el cine de Budd Boetticher pero sin apasionamiento. Nunca le consideré, y sigo en la misma postura, un realizador genial. Como años atrás había escrito tanto sobre sus westerns con Scott en Cinestudio como también para el programa semanal de cine que llevaba en una emisora local o para el programa del cineclub universitario sobre ese ciclo o sobre alguno de sus títulos, fue por lo plantee la posibilidad de escribir un libro sobre la obra del director de Estación Comanche. Un libro que, sabía, debía escribir en un tiempo record y que además debería analizar toda su obra.

El hecho que en algún momento de aquella reunión en la que propuse escribir el libro, sacase a relucir que en una revista tenía escrito algo sobre el director es probablemente lo que le lleva a equivocarse a Mario Viché en el libro sobre los 25 años de Cinema Jove cuando textualmente dice “…Adolfo que es un seguidor infatigable de su figura [de Budd Boetticher] y de su carrera cinematográfica tenía escrito un libro sobre él. De manera que para invitarlo se presento en su rancho nuestro agente en USA, el productor Thomas de la Cal con un año de anticipación, le mostró el libro y le pidió que contestase a una entrevista para redondear el texto al tiempo que le transmitía nuestra invitación. Ante esta propuesta Boetticher quedó gratamente sorprendido y no solo no pudo decir que no a nuestra invitación sino que pasó nueve meses esperando que llegase el tiempo de viajar a Valencia…

Estas incorrectas palabras de Mario quizá se deban a: a) la exigida rapidez con la que tuvo que entregar el escrito; b) la dificultad de recordar con exactitud lo ocurrido hace quince años; c) imbuirse del iluminado, serio y divertido a la vez, cuenta cuentos (algo que también comparte en algunas partes del mismo libro Rafael Maluenda, al referirse al director americano), narrador de historias o relator películas que era Boetticher; o d) le invitan a dejar esas falsas perlas porque él, como cada uno de nosotros, nos hacemos depositarios, ante todo, de nuestras (verdaderas, imaginadas, sonadas, ideadas) verdades, que tomamos como únicas.

Ni el parto del libro, ni el de Boetticher (¿en que quedamos en más de un año o en nueve meses?) fueron exactamente así como los cuenta Mario.

Trataré de explicarlo más adelante…


NOTAS:
1) Ver libro Bud Boetticher, un caminante solitario (1995) de Adolfo Bellido López y Pedro Núñez Sabín editado por la Filmoteca Valenciana


2) En nuestro libro dejamos claro que sus siete celebrados westerns —sí, claro tiene más pero ninguno tan aclamados como ellos— beben del cine de Mann, en especial, de Colorado Jim (The naked spur, 1953).

3) En un viaje reciente a la República de Irlanda, me resultó sorprendente comprobar que al terminar las actuaciones musicales en los pubs (referido a diferentes ciudades irlandeses, pero no puedo asegurar que eso mismo ocurra en Dublín) tocasen el himno nacional. Los asistentes en su totalidad, varios con las pintas saliéndoles por las orejas, se ponían de pie entonando a viva voz la letra patria.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Crítica de Mi nombre es Khan

La Filmoteca. Programación del 3 al 8 de marzo de 2020

Crítica de Fama