Tony Curtis: Adiós a un Don Juan del Hollywood dorado


TONY CURTIS (1925-2010)
Escribe: Mister Arkadin




Curtis buscó incansablemente ser un gran actor y lo consiguió, dejando incluso a un lado su publicitada figura de chulesco guaperas, de don juán o de casanova, de la que se rió a gusto en más de una ocasión.

Su personaje, en un intento de imitación de su adorado Cary Grant, es como la de unos de los personajes que interpretó en El gran impostor (antecedente de Atrápame si puedes o de Phillis Morris, te quiero) de Mulligan donde era un as en cualquier profesión. Igualmente en el cine pasaba en un santiamén de ser un gran marine a un maravilloso prestidigitador, de excelente médico a aventurero capaz de las más grandes gestas o de seductor saxofonista a seductora chica que actuaba en una orquesta femenina.

Trabajó junto a grandes actores de la gran época dorada de Hollywood. Incluso pudo dar replica a su gran ídolo imitativo Cary Grant en Operación Pacífico (1959), después de haber imitado incluso su voz en su trabajo anterior (y del mismo año): Con faldas y a lo loco de Wilder. Allí tuvo de compañero a Jack Lemon.

Wilder cuenta, respecto a ese película, como el gran galán se escondía (al estar vestido de mujer) en los descansos del rodaje, por timidez, mientras que a Lemon no le importaba seguir el juego del personaje que interpretaba.

Volvió a trabajar con Lemon en La carrera del siglo (1965) de Blake Edwards donde se reía a gusto del personaje que casi siempre le había perseguido: el guapo galán que enamoraba a cualquier mujer con el brillo de sus ojos. De todas maneras un año antes (sin que su nombre apareciera en los letreros de crédito) había intervenido en Encuentro en Paris de Richard Quine mofándose del papel de galán que le tocaba interpretar. Curtis se tomaba, así mismo, a guasa. En ese filme se encontró con otros dos grandes tales como William Holden y Audrey Herpburn aunque en ese filme él no era más que una especie de invitado. Una película aquella tan curiosa como insólita por su desarrollo en el que a la vez se parodiaba y homenaje al cine de la nouvelle vague.

También Curtis, actúo con Burt Lancaster en la excelente Chantaje en Broadway (y antes en Trapecio), Frank Sinatra en Cenizas bajo el sol, Kirk Douglas en Los vikingos, Natalie Wood en La picara soltera donde también intervinieron Henry Fonda y Lauren Bacall. Con Natalie tambien trabajo en La carrera del siglo (y en Cenizas bajo el sol) donde volvió a encontrarse con Lemón que componía ahí una extraña pareja junto a Peter Falk.

En Spartaco (nuevamente con Kirk Douglas) se reunió con una serie de grandes actores y actrices a las órdenes de Kubrick. Ya en el declive de su carrera se encontró formando parte de un gran plantel de actores y actrices que bailaban alrededor de Robert De Niro (algo parecido, pero ahora en forma de juego, había ocurrido en El último de la lista de Huston), Era El último magnate de Elia Kazan, una película sobre la que parecía pesar el mismo maleficio que sobre la inacabada obra de Fitzgerald en que se basaba.

Del Bronx… a Hollywood


Tony Curtis nació en 1925 en el Bronx. Se llamaba Bernard Schwartz y era hijo de unos judíos emigrados de Hungría. Su padre era un sastre con aficiones a actuar en el teatro amateur. Su madre esquizofrénica pegaba habitualmente, sin medida, sus hijos. Tony decidió ser un muchacho de la calle y vivir sus aventuras en las salas de cine. Allí enseguida encontró al actor que le gustaría ser en la figura de Cary Grant.

Durante la guerra sirvió en un submarino. Fue de 1942 a 1945. Siempre dijo que desde el submarino presenció la rendición del Ejercito Japonés en la Bahia de Tokio. La divertida película Operación Pacífico, en la que trabajaría, cuenta la historia de un submarino pintado de rosa buceando por el Pacífico durante la segunda Guerra Mundial.

Al terminar la guerra se inscribió en la New Shool de Nueva York para estudiar arte dramático. Uno de sus compañeros de estudio fue Walter Matthau.

En una de las representaciones de The golden boy se encontraba un cazatalentos de actores de la productora cinematográfica Universal. Se fijo enseguida en aquel actor de seductora mirada que mostraba su planta en el escenario. No tuvo ninguna duda de que podía convertirse en un galán de éxito.

La Universal iba a apostar, enseguida, por Curtis y también por otro recién incorporado, Rock Hudson. Ambos intervendrían como secundarios en Winchester 73 (1950) de Anthony Mann. No era aquel el primer papel en cine de Curtis. Sus primeras apariciones en pantalla, en papeles insignificantes se producen en títulos como Dirección prohibida, 1949 de Michael Gordon, El abrazo de la muerte, 1949 de Robert Siodmak (en este filme, incluso, aparece sin acreditar), donde interpreta el papel de un gigoló o Mi mula Francis, 1950, de Arthur Lubin. En ellas aparecerá con el nombre de Anthony Curtis.

El primer papel como protagonista, ya con el nombre de Tony Curtis lo obtendrá en Su alteza el ladrón (1951) de Rudolp Maté, siendo su oponente femenina Piper Laurie con la que volverá a trabajar en otras dos películas, ambas de 1952, Prohibido el paso al novio de Douglas Sirk y El hijo de Ali Baba de Kurt Newman.

Su primer gran éxito llega en 1953 con El gran Houdini de George Marshall, que supone además el encuentro con Janet Leigh con la que se casará. Será durante años la pareja ideal-feliz de Hollywood. Como también lo eran o serán Bacall y Bogart, Jean Simmons y Steward Granger o Audrey Herpburn y Mel Ferrer, pero (salvo Bacall y Bogard) todas ellas terminan por separarse.

Eso si Leigh (moriría en 2004) y Curtis trabajaron en varias películas tales como Coraza negra (1954) de Rudolp Maté, Los vikingos (1958) de Richard Fleischer, Vacaciones sin novia (1958) de Blake Edwards o ¿Quién era esa chica? (1960) de George Sidney. El matrimonio con Leigh dura de 1951 a 1962. Sus hijas Jaime Lee Curtis (la más conocida) y Kelly Curtis son también actrices.

Resulta fundamental el encuentro de Curtis con Blake Edwads. Es Edwards, quien procede a dibujar al buen comediante que será Curtis, en El temible Mr Corey (1956) y Vacaciones sin novia. Años después volverá a trabajar con él en Operación Pacífico (1959) y La carrera del siglo (1965).

Un papel de gran comediante que mostrará el actor igualmente en Con faldas y a lo loco (1959), ¿Quién era esa chica?, El gran impostor (1961) de Robert Mulligan, Adios Charlie (1964) de Vicente Minnelli o La picara soltera (1964) de Richard Quine.

No se encasilla Curtis en papeles de galán, de seductor incansable, incluso en papeles de no comedia como lo demuestra en Trapecio (1956) de Carol Reed, sino que busca otros registros de planteamientos dramáticos donde aparece como un buen actor. Así se da en Fugitivos (1958) de Stanley Kramer, película por la que es nominado al Oscar. Habrá que citar también títulos como Los Vikingos, Chantaje en Broadway (1957) de Mackendrick, El rastro del asesino (1957) de J. Pevney, Cenizas bajo el sol (1958) de Delmer Daves, Perdidos en la gran ciudad (1960) de R, Mulligan, El sexto héroe (1960) de Delbert Mann, Capitan Newman (1963) de David Miller…

Trabajador tan incasable (en los años que van de 1957 a 1964 rueda una media de tres y cuatro películas al año, así como su interviene en algunas series televisivas) como mujeriego o bebedor. Nada menos que se casó seis veces, siempre con mujeres bellas y jóvenes.

Años de decadencia

Su decadencia como actor de cine (tendrá éxito en la serie televisiva Los persuasores con Roger Moore) se produce a partir de los años setenta. Su gran interpretación en El estrangulador de Boston (1968) de Fleischer parece pensarle como una maldición. Ese papel hasta cierto punto parece condenar su carrera. Tal personaje no es admitido como apropiado para Curtis…

De ahí en adelante su recorrido será cada vez más errático. Curtis que había sido un buen compañero para sus compañeros de profesión (trabajo con frecuencia con los mismos actores y actrices) y un querido actor para directores que no tienen reparo alguno en repetir con él (Maté, Mulligan, Quine, Edwars, Fleischer…) se ve ahora convertido en un juguete roto. Kazan le da un papel en su discutible El último magnate (1976), para incorporar un año después ese personaje tan suyo de seductor en Casanova & Co de Frank Antai, pero ya es tarde: Curtis (y el mismo Hollywood) se encuentra en total decadencia. Su figura cada vez más deteriorada (o su voz) seguirá apareciendo en diferentes películas pero en papeles cada vez más episódicos. Su última aparición será en 2008 en David & Fatima de Alain Zaloum.

Intentado volver a ser el galán de siempre llega incluso a someterse a una operación de cirugía estética. Al mirarse en el espejo era imposible que se encontrara con el jovial Curtis de los años sesenta. Era otro quien le miraba.

Desde los años ochenta se dedicaba a pintar. Una afición que surgió durante el rodaje de Con faldas y a lo loco y que Wilder fomentó con sus elogiosos comentarios, al menos, al aclamarle, como imitador de las obras de los grandes artistas. Wilder decía que Curtis era un genio a la hora de copiar la pintura de cualquiera: no había otro igual. Como en sus interpretaciones como comediante trataba de seguir los pasos de Cary Grant así también actuaba como pintor: convirtiéndose en otro.

En estos últimos años había creado una fundación para la conservación de la herencia cultural judía de Hungría. Una forma de recuperar sus orígenes.

Cuando murió Chabrol puse un DVD con una de sus películas (El carnicero), lo mismo hice hace muy poco cuando nos dijo adiós Arthur Penn (Bonnie and Clyde). Como homenaje a ellos. Ahora al terminar de escribir este artículo haré lo mismo. Veré, volveré a ver, por enésima vez una película interpretada por Tony Curtis. No, no elegiré, Con faldas y a lo loco (entre otras maravillas secuencias posee una en la que Curtis está genial, casi es Cary Grant. Es aquella que transcurre en el camarote de un yate y donde Curtis se deja seducir por Marilyn), sino Operación Pacífico. Me fascina comprobar como Blake Edwars procede a traspasar (al final del filme) el submarino. Cary Grant deja de ser su capitán (aunque su rango es ahora mucho mayor). El nuevo capitán será Tony Curtir. Un actor parece entregar el testigo a otro. Lo que ocurre es que Cary Grant era grande, muy grande. Y cualquiera de sus imitadores sólo podría obtener el grado de capitán. Probablemente Curtis tardó toda una vida en comprenderlo.

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